Lírica de obuses y amapolas. Una aproximación a la trilogía de la guerra de Jesús Zomeño (Elche, 1964)

Juan C. Lozano Felices
Elche, España

[El escritor Jesús Zomeño ante el espejo]

Dice Rafael Reig que hay libros que son de uso tópico, como una pomada. Se ponen en el sitio adecuado, en una mesa o en la librería y hacen su efecto, que es causar la adecuada impresión en las visitas, no hace falta ingerirlos. Otros libros, en cambio, son de uso interno. Hay que leerlos para que hagan efecto. Bien, la literatura de Jesús Zomeño es necesario ingerirla y puede causar dependencia. Son libros que hay que manosear e incluso hurgar en sus entrañas, en sus vísceras, que hay que subrayar y anotar para hacerlos un poco nuestros.

Cada libro de Jesús es fruto de un periodo de maceración, no sólo del texto. También lo es de purga interna y de introspección, de reflexión y crecimiento personal. No podemos decir que la trilogía de la guerra de Zomeño entre dentro de lo que se ha dado en llamar novela histórica. La guerra aquí es un pretexto, un telón de fondo sobre el que se proyecta lo puramente humano en una circunstancia de excepción como es la guerra. Su estilo nos aleja tanto de los autores a los que hay que leer como si se tratara de un jeroglífico, intentando adivinar de qué están hablando, como de las devaluaciones de la realidad a las que nos tienen acostumbrados muchas novelas que pasan por históricas. Esos, libros de templarios y demás enigmas, que Reig clasifica como parafarmacia.

Hacia la trilogía de la guerra

Durante los años ochenta y noventa, conocemos a Zomeño como poeta y como editor de poesía en la sugestiva y elegante colección “Diarios de Helena”. Nuestro autor, antes de comenzar a escribir sobre la Primera Guerra Mundial, es un auténtico especialista en este conflicto y un coleccionista de objetos de aquella época. Tiene una amplia colección de cascos, fotografías, condecoraciones y documentos de todo tipo y es capaz de discutir durante horas si la pintura de un casco es original o no o si un barboquejo pertenece o no al casco que acaba de adquirir en una subasta de internet o discutir durante horas sobre la procedencia de una condecoración, a partir del mero examen del objeto. Yo tengo la certeza de que Jesús, más que en la literatura o en la historia, encuentra su inspiración en esa naturaleza muerta, en esos objetos que un día pertenecieron a alguien, insuflando nueva vida a quienes fueron sus dueños hace más de un siglo.

Los que tenemos la fortuna de frecuentar el caldero literario de Jesús, sabemos bien cómo empezó todo. Comencé a recibir una serie de cuadernillos por correo durante el año 2003, con más o menos periodicidad mensual. Luego los iba dejando él mismo en el buzón cuando iba hacía su casa o me los entregaba cuando nos veíamos en los pasillos de los Juzgados, sacándolo del maletín como un ilusionista que sacase un conejo de la chistera. Con el comienzo del año 2005 los cuadernillos ya vienen con un título genérico: «En busca del Santo Grial», numerados, fechados y firmados y ya centrados en la Primera Guerra Mundial. Iconográficamente se distinguían por llevar un dibujo basado en una famosa foto de Hurley donde la silueta de una línea de soldados avanza y va desapareciendo según avanzan los cuadernillos, mientras otros soldados nuevos se incorporan por la izquierda. A veces, por Navidad o en verano, la entrega era especial y venía con alguna foto. Durante ese año la periodicidad no era fija, pero en algún momento llegó a ser semanal.

La trilogía de la guerra

Estos cuentos eran algo realmente novedoso para los que conocíamos a Jesús que, de esta forma, ensanchaba y renovaba su obra. Poco a poco, parecía querer despojarse del lenguaje poético para darnos un estilo más realista y descarnado o también es posible que, al abandonar la estructura lírica, en realidad el hecho poético estuviese alcanzando unas cotas de hondura sorprendentes. Una selección de estos cuadernillos, se reúnen en el libro Cerillas mojadas (Editorial Denes, 2012) que fue premio Alhóndiga de narrativa breve. Entre estos cuadernillos y la aparición del libro en 2012, Jesús gana el Premio Café Mon de Palma de Mallorca con su libro Lengua azul (Sloper, 2008), que sirve de eslabón entre su primera etapa literaria y la nueva. “Lengua azul” conecta con su primer libro de cuentos, Cuestión de estética, editado en una fecha tan temprana como 1987, pero que en ningún modo parece una obra primeriza.

Hacía 2009 ya no hay cuadernillos. Adaptándose a dinámica de los tiempos, los relatos van apareciendo en diversos medios internautas pero sobre todo en la revista digital “Agitadoras”, dirigida por Joaquín Llorens desde la luminosa Mallorca. Los relatos vienen acompañados con unas maravillosas ilustraciones del artista vallisoletano, mallorquín de adopción, Fernando Fuentes “Miracoloso”. Entre 2009 y 2012, aparecen bastantes de los cuentos que luego conformarán el segundo libro de la trilogía, Piedras negras (Lengua de Trapo, Madrid 2014) en sus dos partes: “Metralla de cuerpos celestes” y “Mapas, 1916”, aunque la inclusión de dichas ilustraciones resultó inviable para la editorial. Este libro tiene una repercusión inusitada en los medios, recibiendo inmejorables críticas.

Pero con Piedras negras no se agotaban los relatos sobre la Primera Guerra Mundial, sus amigos estábamos al tanto de que, además de los cuentos que integraban ese libro, el autor trabajaba al mismo tiempo en otros que quedaron cerrados con posterioridad a la publicación de aquel, bien porque el resultado no le convencía o porque estaban entonces inconclusos, o porque no pasaban de ser el embrión de un futuro cuento. Incluso me consta que uno de los que más nos gustaba quedó fuera por despiste a la hora de cerrar el libro para mandarlo a la editorial. Ese cuento perdido, que es “El urinario – Dublín, 1916”, pudo incorporarse luego al libro que es broche de su trilogía.

La idea de un tercer libro centrado en la Primera Guerra Mundial, comenzó a tomar cuerpo en algún momento entre la primavera y el verano de 2014. Un año después de la publicación de Piedras negras, Jesús Zomeño ya había concluido varios de esos cuentos que habían exigido un replanteamiento y que el paso del tiempo y la escritura de nuevos relatos, le había permitido retomar con mejor perspectiva. Hay épocas en las que Jesús escribe de forma compulsiva, que alterna con la dura pero necesaria fase de corrección. Estos relatos fueron escritos porque tenía necesidad de escribirlos, pero no porque pensara en publicarlos. Tras Cerillas mojadas y Piedras negras, la creatividad de Jesús va por delante de su obra publicada y ya estaba enfrascado en otra serie de relatos que nada tienen que ver con los de estos libros, son los cuentos ambientados en los años ochenta. Jesús no quería volver a repetirse, pese a considerar los cuentos que ahora tiene inéditos como los mejores de su ciclo de la Primera Guerra Mundial. Entonces, felizmente, entra en juego la editorial Contrabando. El editor Manuel Turégano ha contado alguna vez que conoce a Jesús Zomeño al tener que presentar de rebote el libro “Piedras Negras” en la Biblioteca Municipal de Valencia y tener que leer el libro deprisa y corriendo. Turégano queda vivamente impresionado y, en una apuesta personal, le pide a Jesús un libro con esos cuentos inéditos. Además se propone unir lo que el destino editorial había separado en Piedras negras, las ilustraciones de Miracoloso. Más que un complemento, esas ilustraciones, y no sólo por el hecho de haber visto la luz de forma conjunta, las veo como parte indivisible de los relatos de Zomeño, como si hubieran nacido de una misma inspiración.

En Editorial Contrabando

Así llegamos al año 2016, como el “annus mirabilis” de Jesús Zomeño. La editorial Contrabando edita, como acostumbra, con muy buen gusto, sobriedad y elegancia, De este pan y de esta guerra y después del verano la editorial mallorquina Sloper edita Querido miedo donde Jesús proyecta una mirada entre nostálgica y elegíaca ante la década de los ochenta publicado por Sloper en 2016 y que Andreu Navarra calificó acertadamente como “una radiografía del fracaso” 1. Dos libros de plena madurez en la trayectoria de Jesús pero con registros e intenciones singulares, dos lecturas distintas pero igual de magnéticas. Ambos libros aparecen en 2017, como candidatos a los Premios de la Crítica Valenciana. Yo no sé si esto ha ocurrido anteriormente con algún autor. Evidentemente, debe ser algo bastante excepcional el que dos libros de un mismo autor sean escogidos, y dentro de la misma categoría, a competir por los Premios de la Crítica. Y, a Jesús le es concedido el Premio precisamente por este libro, De este pan y de esta guerra. Y ese galardón, de alguna forma hace revivir el libro, que había aparecido un año antes, y lo lleva al primer plano de la actualidad literaria, con nuevas reseñas y nuevas entrevistas a su autor.

Las historias de De este pan y de esta guerra transcurren, en su mayoría, en la retaguardia, en las ciudades, donde, pese a no llegar el estruendo de los cañones, la guerra proyecta su ominosa sombra. Pese a ser un libro transitado por soldados no hay aliento épico en sus páginas. Las páginas de este libro están pobladas de unas criaturas sin majestad ni elevada conciencia en sus objetivos cuyas siluetas se recortan en unos paisajes con nombres conocidos como Dublín, Londres, Viena o Moscú, capitales de una Europa que ya no volvería a ser la misma. A veces, es como si Jesús nos contase la historia de un desmoronamiento personal, el relato de una catástrofe a cámara lenta. Jesús parece dotado de una formidable lente de aumento para descubrir en sus personajes el más mínimo gesto o detalle, sus pasiones y hasta sus sentimientos más profundos. Las alambradas son de espino, pero también son morales y las hay, tanto en el frente como en las ciudades. Nadie mejor que Jesús lo ha explicado en alguna ocasión: «La guerra sólo es una circunstancia donde los hombres intentan seguir con sus vidas… Fatalismo, ironía y humanidad de los que nunca pretendieron ser héroes e intentaron ser felices a pesar de todo”.

Guerra y pan (2017)

Falta aún, el capítulo final hasta ahora: Guerra y pan. El ilustrador Miracoloso y el escritor han encontrado ya un acomodo perfecto el uno en el otro y, por otra parte, la editorial le pide de Jesús que haga una especie de separata con tres o cuatro cuentos que sirva como apéndice para acompañar al libro; y que, por supuesto, contenga alguna ilustración de Miracoloso. Pero lo que Jesús le presenta al editor no es esa separata para que vaya unida al libro premiado que va ya con una faja en la portada a modo de condecoración. Lo que Jesús presenta es un libro con nueve relatos nuevos y que tiene más de ochenta páginas, lo que viene a ser más de la mitad en extensión de lo que tenía el libro anterior. Como dice el texto promocional de la contraportada, ese anexo ha devenido “un libro autónomo y autosuficiente” y aparece como un libro más en el catálogo de la colección.

Estilísticamente, el eje narrativo se ha desplazado desde Cerillas mojadas. Si, al inicio de la trilogía, en los relatos de trinchera, Jesús nos cuenta la historia desde afuera, ahora es como si Jesús nos contase una historia; o mejor dicho un conjunto de historias dentro de la historia, engarzadas de forma magistral, recurriendo a una estructura de cajas chinas. Otra idea a tener en cuenta es la del mosaico, formado por teselas de diferentes materiales. A veces, al dar vida a un personaje, Jesús cuenta su historia, como si fuera una anécdota, y pasa a otra cosa. Es otro de los elementos distintivos de su obra: el apunte, la anécdota, la sugerencia sin mayor explicación. Por utilizar algún símil cinematográfico, Jesús es un escritor de fundidos, a veces utiliza el zoom o el travelling de forma absolutamente lúcida. Su morfología narrativa, el fraseo y el ritmo de su prosa, ese lenguaje alumbrado de melancolía, son deudores de su capacidad poética.

Jesús Zomeño nos habla en sus libros de la absurda destrucción que es la guerra en pleno siglo XX, del reverso horaciano que sirvió al poeta inglés Wilfred Owen como modelo para un memorable poema. Pero también nos habla de la felicidad de escribir, de alguien que disfruta enormemente con lo que hace. Jesús parece haber nacido para contar historias y la escritura deviene en él una necesidad vital. Jesús es capaz de desentrañar y hacer entendible ante un profano el más arduo e intrincado problema jurídico o de formarse en su mente, en apenas un minuto, el argumento y desarrollo de una historia de ficción para uno de sus cuentos. No creo equivocarme si digo que la ilusión por escribir, su pasión por crear haya desaparecido de su horizonte, si siquiera ha menguado un ápice, desde aquellos primeros poemas de juventud, desde aquel poema con el que ganó un certamen estudiantil. Si una palabra define a Jesús, su carácter y su fondo, como una marca, es la ilusión. Ilusión por vivir, ilusión por crear. Su obra entraña una gran coherencia interna. Tanto en así que, desde su primer libro, parece que toda su obra estuviese perfectamente planificada desde el principio, como un proyecto en continuo desarrollo y transformación; y, desde luego no es una obra de circunstancias ni marcada por las tendencias o por las modas. Es una obra personal y única que tendrá que sobrevivir.

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