«La Gran Guerra a les comarques gironines» (2016), de Maximiliano Fuentes Codera: Radiografía de una zona limítrofe

Andreu Navarra Ordoño
Escritor e historiador, Catalunya, España

    Reseña | Maximiliano Fuentes Codera: La Gran Guerra a les comarques gironines: l'impacte cultural i polític. Girona, Publicacions de la Diputació de Girona, 2016.

coderaEl pasado centenario del año 2014 nos dejó un impagable legado de obras dedicadas a trazar el panorama de la cultura española entre 1914 y 1918. Los libros de Fernando García Sanz (España en la Gran Guerra. Espías, diplomáticos y traficantes, Barcelona, Galaxia Gutenberg) y Paul Aubert con Eduardo González Calleja (Nidos de espías, Madrid, Alianza) abordaron la cuestión desde una perspectiva llamémosla extensiva: ofreciendo una panorámica útil y compleja de todo lo que afectó a la realidad pública española en aquellos años turbulentos. El libro que editó el año pasado Fuentes Codera opera de modo inverso: su abordaje es intensivo. Su criterio, en lugar de ofrecer lo más relevante de todo el territorio peninsular, aplica la lente de aumento sobre lo que ocurrió en un determinado territorio: la provincia de Girona, lugar estratégicamente clave, por verse recorrido por la frontera francesa, y por ser una zona de paso obligado para las mercancías que salían de los centros fabriles peninsulares hacia los frentes de guerra.

Únicamente un libro del año 2012, el de Carolina García Sanz (La Primera Guerra Mundial en el Estrecho de Gibraltar, Madrid, CSIC, 2012) operaba de esta forma. Y, en vista de los resultados, es posible que una evolución futura de los estudios sobre el impacto de la Gran Guerra en España pase por investigaciones intensivas centradas en lugares que, o bien poseían un puerto importante de embarque para Francia u otras potencias (por ejemplo, La Coruña) o bien fueran también territorio fronterizo. Por ejemplo, resultaría tan apasionante como oportuno disponer de una radiografía de lo que sucedió y se publicó en la provincia de Guipúzcoa entre 1914 y 1919.

Tras dos útiles introducciones, una descripción de las etapas que la historiografía europea recorrió en su empeño por comprender el fenómeno de la Gran Guerra, más un estado de la cuestión de las bibliografías catalana y española, Fuentes intenta demostrar de qué modo las polémicas barcelonesas y madrileñas llegaron a Girona y afectaron también a su sociedad, de ningún modo ajena al conflicto.

Publicaciones periódicas en Gerona: germonófilas, aliadófilas y neutralistas

El nuevo libro de Fuentes Codera es especialmente valioso cuando presenta todo el abanico de publicaciones periódicas que veían la luz en la provincia: las de la «Lliga» fueron neutralistas a ultranza; las carlistas fueron germanófilas y las republicanas, en general, aliadófilas. «El Norte», periódico tradicionalista, contaba con Domènec Cirici Ventalló como periodista estrella. Cirici, furioso germanófilo, era miembro de la «Coalición Monárquica» y llegó a ser elegido diputado por Les Borges Blanques en 1916.

En Figueres, era «La Veu de l’Empordà» el órgano que extendía las consignas de la «Lliga Regionalista». En Palafrugell, defendía la neutralidad «Baix Empordà». Desde el «Diario de Gerona», Joaquim Camps i Arboix, opinaba que la disciplina social alemana podía ser un modelo de regeneración para la renaciente Cataluña. Tanto el «Diario de Gerona» como «Heraldo de Gerona» plantearon la necesidad de no culpar únicamente a Alemania del estallido de la guerra. Por su parte, «La Comarca», diario de Olot sin afiliación política, defendía también la neutralidad a ultranza. Otro medio de la misma ciudad era «Vida Olotina», creado en marzo de 1915, y que defendía posturas regionalistas. Las mismas que caracterizaron el semanario «Ciutat Nova». El mismo día que aparecía esta revista, «Empordà Federal» editaba un número especial sobre la tragedia belga: posiblemente se trate del papel más relevante publicado en la provincia durante los cuatro años de guerra. Colaboraron en él Francesc Layret, Josep Maria Pi i Sunyer, Domènec Martí i Julià (presidente de la agonizante pero aún influyente «Unió Catalanista»), Alexandre Plana, Narcís Oller y el uruguayo José Enrique Rodó, junto a muchos otros.

empodafederalLas posturas más claramente aliadófilas fueron defendidas por el semanario «El Autonomista», dirigido por Darius Rahola, y que llegó a contar con Francesc Layret, Antoni Rovira i Virgili, August Pi i Sunyer, Enrique Gómez Carrillo y Luis Araquistáin entre sus colaboradores. Entre los francófilos más relevantes debe contarse con el ensayista Carles Rahola, imprescindible autor, injustamente olvidado, que terminó sus días ante un pelotón de fusilamiento franquista. También colaboraba en «Germanor», de Palafrugell, y en «El Autonomista» e «Iberia», el medio más aliadófilo del Estado. «Empordà Federal» era un semanario que actuó como escudero en la empresa antialemana, así como también «Germanor» y «Ciutat», periódicos republicanos de Palafrugell y Sant Feliu de Guíxols. Según Layret, como para otros muchos pensadores de izquierdas, la guerra traería a Europa el predominio del socialismo.

La industria del corcho

Como se puede comprobar, la prensa en Girona no se encontraba al mismo nivel de catalanización que la de la capital del principado. Sin embargo, el catalanismo era predominante no sólo por la implantación de la «Lliga Regionalista» sino porque en todo el Empordà, comarca de pequeña industria tapera, el federalismo republicano era una ideología muy arraigada. Es lo que explica, por ejemplo, el futuro liderazgo de Josep Irla i Bosch, industrial corchero que llegaría a presidente de la Generalitat en el exilio. En Sant Feliu, era el importante semanario «El Programa», propiedad de la Unió Federal Nacionalista Republicana quien llevaba la voz cantante. Una voz también aliadófila, como la de su líder, el escritor y filósofo Pere Coromines. Colaboraba con la revista Arturo Vinardell, republicano exiliado en París desde 1887.

El inicio de la guerra comportó una situación dramática para la industria del corcho que predominaba en el Baix Empordà. La exportación de tapones cayó en picado, así como también dejó de fluir el crédito bancario: el paro empezó a generalizarse y los obreros vieron con preocupación cómo eran recortados tanto su salario como su jornada laboral. Los principales compradores de tapones de corcho eran Rusia, Alemania, Francia e Inglaterra: todas ellas potencias en conflicto. Para acabar de agravarlo, Alemania declaró contrabando de guerra el comercio de corcho. La situación llegó a ser tan preocupante que la Diputación pidió a Prat que escribiera al gobierno central en demanda de ayuda urgente, que de no haber llegado hubiera podido desembocar en disturbios graves. Es lo que finalmente ocurrió a partir de 1917. Los precios de los productos de primera necesidad, al ser acaparados o exportados al frente, subieron sin control y sin que las autoridades pudieran frenarlos. Sin embargo, no faltaron las iniciativas oficiales para tratar de paliar la situación. Parece que el gobernador civil, el Conde de Casa Segovia, se mantuvo muy activo en este sentido (de las medidas humanitarias dependía el sostenimiento del orden público). Por su parte, Prat de la Riba escribió al presidente Dato y a Alfonso XIII para que impulsaran otras medidas de socorro para los obreros abocados a la miseria.

Algo se hizo. En agosto de 1914 se autorizaba la ampliación del muelle de Sant Feliu junto con otras obras menores, como una defensa de la calle Tetuán de la misma población, así como también empezó a construirse la carretera de Tossa de Mar. Muchas empresas optaron por concentrar capital en un intento desesperado por impedir los cierres en cadena.

Los «hechos» de Gerona y los aliadófilos catalanistas en Perpiñán

Fuentes analiza con mano maestra el particular escenario político de las comarcas de Girona, donde tradicionalmente el federalismo era muy fuerte desde el siglo anterior. Para esta prensa republicana y catalanista, neutralidad y germanofilia eran sinónimos, y la «Lliga Regionalista», el partido que garantizaba en Cataluña los intereses de Alemania. También preocupaba al régimen la ebullición del sentimiento catalanista, que estalló en agosto de 1916, cuando el ejército interrumpió una bailada de sardanas a tiros y se sucedieron días de intensos enfrentamientos entre nacionalistas agraviados y fuerzas del orden. Los soldados acabaron disparando contra los concentrados, que huían por las calles del centro histórico. Los disturbios fueron conocidos desde entonces como “hechos de Girona”, y significaron un antes y un después en las relaciones de la ciudad con el gobierno central.

En febrero de 1916, los republicanos catalanistas aliadófilos visitaron Perpiñán para tratar de demostrar hasta qué punto la Cataluña antiborbónica se situaba del lado de las potencias aliadas. Viajó a Francia la plana mayor de la cultura catalana: no faltaron Àngel Guimerà, Ignasi Iglésias, el poeta Francesc Matheu, el novelista Josep Pin i Soler, el artista y poeta Apel·les Mestres (uno de los aliadófilos más activos de la capital catalana), Pompeu Fabra, los escritores Santiago Rusiñol, Alfons Maseras, Narcís Oller, el presidente del Orfeó Català, Lluís Millet, los pintores Casas y Sert, el presidente del Ateneu Barcelonès, Josep Maria Roca, el inefable activista Joan Solé i Pla, el vicepresidente de la Mancomunitat, Albert Bastardas, y los políticos Frederic Rahola, Pere Rahola, Pere Coromines y Jaume Andreu i Barber.

Asimismo, en este libro quedan muy bien definidos los papeles de los dos intelectuales gerundenses más destacados del momento, ambos ensayistas de primer orden: Carles Rahola y Prudenci Bertrana

Los estudios de Fuentes Codera sobre la Gran Guerra

El autor, con su minucioso recorrido, consigue alumbrar la extraordinaria vitalidad que un cantón catalán desplegó durante cuatro años. Muy acertado es el comentario aparte de la innovadora revista «Cultura», plataforma de síntesis entre escritores mayores del modernismo y jóvenes novecentistas, y la publicación más moderna e integradora del momento. Ojalá otras zonas limítrofes o implicadas en el comercio internacional reciban una atención análoga, para que podamos completar el mapa de la verdadera repercusión de la guerra en nuestras latitudes.

Se trata de la tercera incursión de Fuentes Codera en el tema, del que puede afirmarse sin miedo que es uno de los principales especialistas en activo. La primera fue el innovador libro El campo de fuerzas europeo en Cataluña. Eugeni d’Ors en los primeros años de la Gran Guerra (2009) y España en la Primera Guerra Mundial. Una movilización cultural (2014). Y eso si no contamos sus innumerables artículos y coordinaciones de monográficos, cuyo comentario sobrepasaría con creces el espacio debido de esta reseña. Fuentes va creciendo en madurez y minuciosidad. Quienes también nos apasionamos con el tema de la Gran guerra le estamos cada vez más agradecidos.

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