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Iluminaciones de William Blake en las visiones de la Gran Guerra de Salomón de la Selva. Del Diario a los poemas de «El soldado desconocido» (1919-1922)

Tatiana Suárez Turriza
Universidad Pedagógica Nacional de México

[Primera página del texto sobre William Blake, de Salomón de la Selva, en Repertorio Americano, 1935] 

El 16 de marzo de 1935, en el Repertorio Americano, semanario costarricense de cultura hispánica, Salomón de la Selva publicó un artículo titulado «William Blake», con la dedicatoria «Para mi hermano Rogerio». En ese artículo incluye un «Extracto de mi diario de guerra», un apartado compuesto de fragmentos de un diario que, según una nota editorial anónima, Salomón de la Selva habría enviado a las oficinas del Repertorio Americano unos catorce años atrás: «Envío del autor: Nueva York, abril 25 de 1921». Pero la historia del texto no termina ahí. Al final del «extracto» enviado para su publicación en 1921, el autor anota datos del lugar y fecha de redacción: «Barraca de oficiales. Winchester, Hants [abreviatura de Hampshire], Inglaterra. Marzo, 1919.»

Si, en efecto, Salomón escribió esas notas en marzo de 1919, durante su estancia en las barracas de Inglaterra, recién terminada su experiencia en el frente, podrían considerarse como la simiente de los poemas de su libro El soldado desconocido (1922) 1. Pero, más allá de las especulaciones sobre el origen creativo de estas obras, lo cierto es la notable semejanza de estilo que ese «extracto» de diario guarda con las imágenes empleadas en los poemas de El soldado desconocido, así como la similitud de los episodios de guerra que evocan ambos textos.

En el artículo periodístico, el «extracto de diario» funciona como introducción a un breve tratado sobre la obra del poeta, artista y místico inglés William Blake (1757-1827). El «extracto» se divide en cinco fragmentos; al final de cada uno de ellos, en lugar de datos geográficos o temporales precisos —que es lo común en el género epistolar— el autor anota una misma sentencia, como una suerte de ritornelo que sugiere un orden de temporalidad cíclica: «Estas cosas, antes que yo las sintió William Blake. El alma de Blake está en el aire». De esa manera, el autor establece también la correspondencia entre sus evocaciones de la guerra y la sensibilidad artística de Blake, tema de su artículo.

[Barracas de oficiales en Winchester, donde Salomón de la Selva escribió sus notas de 1919 sobre la Gran Guerra] 

El «Extracto de mi diario de guerra» es una confesión filtrada por un temperamento poético, que dota al texto de notable intención estética. De ahí que no sorprenda la cercanía de esos fragmentos de diario con su poemario El soldado desconocido, sobre todo si se considera que uno de los rasgos de sus poemas es justamente su tono íntimo y confesional, característico del género epistolar. El propósito de este artículo no es sólo identificar las correspondencias intertextuales entre el diario y el poemario, sino, más bien, el de asentar la profunda resonancia que tuvo la obra de Blake en la visión y expresión estética de Salomón de la Selva sobre la Gran Guerra.

  • «Un extracto de mi diario de guerra», un día después de las trincheras

Los cinco fragmentos del diario se presentan dentro de una linealidad temporal que corresponde al transcurso de un solo día, del amanecer a la caída de la noche. En el primer fragmento, aunque el autor no anote ninguna fecha específica, se puede ubicar al soldado en un tiempo y un espacio más o menos específicos; la acción se desarrolla en la campiña inglesa una mañana de primavera, apenas terminada la guerra y ya lejos de las trincheras:

¡Otra vez la Primavera! Dios es bueno; y en verdad la vida es bella y la tierra sagrada. El horror de la guerra que me hirió el alma con herida que creía incurable, hoy me parece pesada pesadilla imposible. Flor pálida que recogí esta mañanita, yo no sé tu nombre ni tú sabes el mío, pero somos hermanos […] Yo, como tú, nací hoy. Mis días pasados son raíces en el suelo. Hoy soy flor. Y del mismo modo como yo te arranqué, así siento que una mano potente y encendida de amor me arranca de mi vida pasada y me lleva consigo. ¡Yo a ti y Dios a mí, los tres cómo nos queremos!…

En este primer fragmento, elementos del paisaje natural se presentan como signos del proceso de trasformación espiritual del soldado. La naturaleza floreciente de primavera se convierte en símbolo del renacer del soldado después de la catástrofe de la guerra. Como poeta místico (a semejanza de Blake), el soldado cae en éxtasis y «ve» en el espectáculo de la naturaleza, en el cielo, apariciones sagradas.

En el segundo fragmento, el autor es más preciso al mencionar el sitio desde donde escribe: «Entre las colinas de la Aurora (Moin Hill) y de Santa Catarina, en estas inmediaciones de Winchester». La contemplación del paisaje le inspira a evocar pasajes de la mitología anglosajona que sucedieron en esos escenarios: las leyendas caballerescas del Rey Arturo, Ginebra y Lancelot. Inmediatamente después de esa evocación mítica, el soldado presenta, de manera abrupta y contrastante, una descripción del paisaje tal y como lo observa desde su presente:

Sólo encuentran mis ojos como corriente turbia el camino a la ciudad, repleto de soldados en kaki, yanquis y británicos de todas las armas, que van y vienen del pueblo a las barracas. Mi mirada, encantada de sol y de cielo y de tierra que reverdece, ve en estos soldados demonios con cuernos, colas y pezuñas odiosas; seres que matan, que hieren, que cometen sacrilegios contra la divinidad de la carne humana, destrozándola; seres que han permitido se les quite la libertad y la voluntad; esclavos, demonios, prole de Satanás, trastos de la guerra, malditos!…

En el tercer fragmento, aún bajo la luz del día, el soldado fija su mirada en el súbito vuelo de una alondra, que por un momento adquiere intenso valor simbólico:

Súbita, de entre la hierba, una alondra se alzó. Se alzó cantando y batiendo las obscuras alas nerviosamente; y cantando se perdió en la luz.

¡Oh cantar loco y divino de la alondra, cómo me haces llorar! Prodigiosa canción nunca dos veces la misma, pero siempre hecha de las mismas notas vibrantes, candentes, dulces; miel de fuego que gota a gota cae en mi corazón; rocío de luz; collar de cuentas de música; letanía de amor; besos de virgen que por primera vez le da su boca a un hombre; infinita alegría que me traspasa de dolor!..

En el cuarto fragmento se suscita un cambio de temporalidad: ha caído la noche y el soldado ya no se ubica a campo abierto, ni en los caminos —como en los tres fragmentos anteriores— sino en el pueblo donde se hallan las barracas (en el condado de Hampshire). El panorama nocturno que ofrece el pueblo es decadente, corrompido, a juicio del soldado:

Al anochecer, y ya en la noche, antes de tocar a retiro los clarines, escondidos pero no velados en las sombras, soldados de los ejércitos victoriosos y mujeres del pueblo se entregan a placeres carnales en las orillas del camino…

Yo voy con el rostro encendido en vergüenza; pero comprendo que es mejor matar un niño en la cuna que criar en la carne deseos prohibidos.

La inmoralidad de los soldados no es obra de ellos, que han cedido su voluntad, sino de su condición de soldados. La inmoralidad de estas mujeres, viudas, lozanas, esposas con maridos ausentes, novias violadas antes de partir a Francia los batallones, cuyos prometidos nunca volverán, necesitadas todas, también es obra de la guerra.

Para el soldado la perversión moral representa uno de los peores estragos de la guerra. De ahí que establezca su distancia respecto de los otros soldados, quienes, en su opinión, han caído en la degradación. Así, se niega a ser parte de la colectividad, a la que califica como «prole de Satanás». Es tal su aversión al deterioro moral que prevalece en ese escenario de posguerra, que declara preferir el infierno de las trincheras:

¡Oh, mil veces menos asquerosos y menos trágicos las trincheras, y el lodo perenne, y la sangre de los jóvenes en el cieno, y los muertos sin enterrar, y los ayes de los heridos, y los hospitales atestados de retazos de hombres, que este desperdicio de energía y pasión!.

En el quinto y último fragmento del diario, el soldado se sitúa ya en las barracas, presto a descansar en su lecho. Refiere la inmundicia, el hedor, las condiciones infrahumanas del lugar que lo rodea:

En mi lecho de soldado, —tres tablas y un colchón inmundo, de pajas secas, entre frazadas hediondas a sudores y a orines y a cosas peores de quienes antes que yo se cobijaron en ellas— me he echado a descansar,

Si en el fragmento anterior denunció la perversión moral, en éste expone la degradación física, que completa el cuadro de deshumanización: «Y estos piojos, jamás acabarán de chuparme la sangre». A esta relación prosaica el autor añade, irónicamente, matices literarios, al recurrir a comparaciones entresacadas de la imaginería de los cuentos de hadas, muy del gusto modernista:

En la obscuridad de la barraca, los ruidos y los malos olores cobran forma. Son gnomos y espectros y duendes y quimeras que se me meten por los oídos y las narices y quieren afearme los pensamientos. Casi logran hacerme odiar a mis compañeros, y por ellos a la humanidad entera. Dios, qué feos son y fétidos los hombres.

El «Extracto de mi diario de guerra» finaliza con un adagio que ilustra la voluntad del soldado de mantener sus valores morales, o espirituales, como una forma de contrarrestar la decadencia de la humanidad provocada por la guerra:

Los árboles donde arraigan las orquídeas nunca son frondosos, pronto se secan y no dan sombra generosa.

Yo seguí rumbo al mar, para hablar con el mar, y menos me fatigaron el sol y el polvo que ese pensamiento. Desde entonces, Dios sabe cómo he luchado por no dejar que arraiguen ni en mi cuerpo ni en mi alma las orquídeas.

Las orquídeas son los malos deseos que florecen en la carne y nos chupan la sangre; son los malos pensamientos que nos agotan la voluntad.

Puede identificarse un hilo narrativo en el «Extracto de mi diario de guerra», que otorga continuidad al apartado y une los fragmentos: los sucesos que el soldado vive en el transcurso de un día, después de finalizada la guerra en las trincheras. Pero, en un nivel simbólico, metafórico, se aprecia la presencia de otro relato muy distinto: la conciencia que adquiere el soldado, de manera paulatina, sobre su situación e identidad en un mundo degradado y deshumanizado. En este sentido, el argumento de estas páginas del diario es semejante al que estructura el poemario El soldado desconocido. Pero, más que exponer las correspondencias textuales que establece el diario de guerra con el poemario, me interesa evidenciar en este artículo la profunda resonancia que tuvo la obra de Blake en la visión poética de Salomón de la Selva sobre la Gran Guerra.

  • Visiones místicas de El soldado desconocido

[Página final del texto sobre William Blake, de Salomón de la Selva, en Repertorio Americano, 1935] 

En el «Extracto de mi diario de guerra», Salomón de la Selva confiesa una y otra vez su empatía con la sensibilidad poética de Blake, un autor a quien tiene especialmente presente a la hora de expresar su propia visión de los horrores de la guerra. Como preámbulo al artículo «William Blake», el «extracto de diario» prepara el ánimo del lector para comprender la particular sensibilidad artística del poeta inglés. Salomón de la Selva le confiere calidad de visionario o profeta a Blake, al subrayar en sus fragmentos de diario que sus vivencias de guerra, allí relatadas, son similares a las «sentidas y vistas» por el místico inglés. Además, de ese modo confiesa la influencia de la poética de Blake en su propia visión y expresión poética de la Gran Guerra.

Mediante alegorías míticas y religiosas William Blake retrató en su obra, de manera anticipada, el fatídico escenario de una era moderna azotada por la guerra. Como bien lo explica Jacob Bronowski 2

En todos sus poemas resuenan los pasos de hierro de la era moderna: la guerra, la opresión, la máquina, la pobreza y la pérdida de personalidad. Este es el poder profético de Blake, que sintió los desastres venideros de la guerra, el imperio y la industria en su propia carne, mucho antes que los políticos y los economistas temblaran ante su sombra. 

No fue sino hasta que las terribles vivencias de la Gran Guerra corroboraron lo acertado de sus visiones, cuando se rescató del descrédito la obra de este extraordinario poeta y artista inglés. Salomón de la Selva tuvo, precisamente, el propósito de sumarse a la reivindicación de la imagen artística de Blake. No sólo intentó explicar y defender la singularidad de su sensibilidad poética, sino que, incluso consideró imprescindible revalorar y asimilar su estética para expresar poéticamente las atroces consecuencias de la Gran Guerra. Hasta nuestros días la obra de Blake es todavía punto de referencia habitual para los artistas y poetas que se oponen a las guerras, o bien para aquellos de espíritu revolucionario. En sus poemas, Blake no sólo advirtió sobre las consecuencias de la modernidad: también defendió en muchos ámbitos lo que hoy en día se conoce como los derechos humanos.

El segundo apartado del artículo de Salomón de la Selva sobre William Blake se titula «Su locura». Ahí resume algunos aspectos y circunstancias de la vida y obra del poeta inglés, y hace especial hincapié en su inclinación hacia el misticismo, rasgo que determinó su peculiar concepción del arte y de la realidad. En unas cuantas líneas De la Selva traza la vida de Blake, marcada por una educación familiar propensa a la lectura de místicos racionalistas, como el filósofo sueco Emmanuel Swedenborg; lecturas que propiciaron su portentosa imaginación, en virtud de la cual desde niño veía «a todas horas apariciones extraordinarias», o a «Dios asomándose a la ventana de su aposento, los árboles del patio florecidos de ángeles, demonios y las ánimas de poetas, de parientes y amigos, se le aparecían de continuo y con ellos platicaba con mayor desenfado que con los vivos…».

Para fundamentar la idea de que Blake, a través de su arte, predijo en gran medida las funestas consecuencias de la guerra moderna, Salomón de la Selva cita una confesión del mismo poeta inglés, entresacada de una carta dirigida a su amigo escultor e ilustrador John Flaxman, en la que alude a sus visiones de los horrores de la guerra (en ese caso de la guerra americana y de la Revolución Francesa):

Arriba en los cielos se me han aparecido terrores; comenzó la Guerra americana; todos sus negros horrores pasaron ante mis ojos, rumbo a Francia, a través del Atlántico; entonces envuelta en espesas nubes, comenzó la Revolución francesa; y mis ángeles me han dicho que viendo semejantes visiones, no podría subsistir en la tierra si no fuese por mi conjunción con Flaxman, quien sabe perdonar mi nervioso temor.

El autor nicaragüense se identifica con la imagen de Blake como poeta visionario de los «negros horrores» de la guerra, en tanto que logró adelantarse a propuestas estéticas modernas gracias a su aguda sensibilidad artística, que en su momento fue tildada como demencia: «La locura de Blake todavía se discute. La personalidad literaria, de dibujante y pensador se ha impuesto definitivamente en el arte moderno y en las modernas corrientes filosóficas, y la idiosincrasia de su genio ha sido tema de largas disquisiciones de hace más de medio siglo». Con esas aseveraciones, Salomón extiende la influencia de Blake más allá del romanticismo, hasta las corrientes artísticas y filosóficas de su tiempo, de la modernidad.

De la propuesta estética de Blake, Salomón de la Selva destaca y asimila, en particular, la preeminencia de la imaginación como vía de conocimiento de la realidad y del mundo. El autor considera que una portentosa imaginación está íntimamente relacionada con la experiencia mística:

El más amplio misticismo tiene sus raíces en este fenómeno de la imaginación aguzada y ampliada hasta convertirse en verdadero sentido; y así como la luz es el medio de la vista, ya que la visión material no es sino el discernimiento de grados y calidades de luz, la fe es el medio de que se vale la superimaginación activa.

Luis Cernuda, en su ensayo titulado «William Blake» —igual que el texto de Salomón de la Selva— define con mayor precisión en qué consiste esta preeminencia de la imaginación en la visión artística del místico inglés. Cernuda explica que esa mirada artística involucra un proceso que puede concebirse como una visión «doble». Es decir, el estado visionario no supone un abandono de la percepción normal del mundo. La imaginación, por lo tanto, como medio de conocimiento no implica la negación de la realidad sensible (la que se ve con los ojos, la que se siente con el tacto… ); esta percepción sensorial se conserva, pero sobre ella se sobrepone otra realidad trascendente, que se vislumbra mediante la imaginación. En la experiencia artística de Blake esta «doble visión» se desarrolla como un recurso que permite al artista soportar y asimilar la dolorosa realidad circundante. No se niega, ni se huye de ella, sino que se «ve» y se asimila desde otro ángulo, desde la perspectiva de la imaginación. Escribe Cernuda 3

Para adquirir la visión doble hay que impulsar al intelecto, ejercitarlo en la acción, forzar la visión hacia dentro, no hacia fuera, y así entra el místico en la eternidad. De tal manera suprime Blake, paradójicamente, la extrañeza del mundo circundante, que tan doloroso es para el hombre consciente; y gracias a la visión interior anima la realidad exterior. 

En el poemario El soldado desconocido se advierte esa suerte de mecanismo de asimilación y expresión poética de la realidad, que Cernuda define como «doble visión» respecto de la poética de Blake. El poeta soldado presenta su visión de la guerra a partir de un doble registro discursivo, al que corresponden distintas nociones espacio-temporales. De ahí que en el poemario se puedan identificar: por un lado, una visión «realista» sobre los hechos o vivencias bélicas del «yo» poético, el soldado, expresada en términos más prosaicos; y por otro, una perspectiva «mística y mítica», verbalizada en un lenguaje más poético, con metáforas o imágenes de carácter místico o religioso. La alternancia o tensión de estas dos visiones correspondería también a las concepciones poéticas de Blake, ya que, según plantea Cernuda, para el poeta inglés la visión doble no se puede prolongar a voluntad, «su tiempo es el de una pulsación arterial».

En los poemas que conforman la Jornada Tercera de El soldado desconocido, titulada «Mêlée», se advierte con mayor claridad la alternancia de esas dos distintas visiones sobre la realidad bélica, mediante cambios abruptos de tono y estilo. Poemas como «Heridos», «Comienzo de batalla», «Al asalto», «Poilu», «Elegía», e incluso algunas de las «Cartas», son composiciones que refieren los aspectos más realistas, cotidianos y prosaicos del día a día del soldado en las trincheras. Esos poemas contrastan con otros como «La Bala», «Curiosidad», «Granadas», «Granadas de Gas asfixiante», y en especial «El canto de la alondra», en los cuales el «yo» asume su condición de poeta y nos ofrece una realidad filtrada por el tamiz de su imaginación, plena de imágenes, metáforas, evocaciones impregnadas de misticismo.

Tanto en los fragmentos del «Extracto de mi diario de guerra», como en los poemas de El soldado desconocido, el poeta soldado asume la vivencia bélica como experiencia mística. En su concepción de misticismo destaca la singular relación que el poeta establece con la naturaleza. El papel central de esta relación en la poesía de Salomón de la Selva tiene resonancias también del pensamiento místico poético de William Blake. Como el poeta inglés, el poeta soldado de la Gran Guerra se arroga el papel de visionario de lo divino; cae en éxtasis místico y «ve» en el espectáculo de la naturaleza, en el cielo, signos o apariciones sagradas.

  • La naturaleza en los campos de batalla: moderno bosque de símbolos

[«La granada» (1916). Cuadro del artista danés Per Krohg]

Para Blake, la contemplación exacerbada del espectáculo prodigioso de la naturaleza representaba una vía para alcanzar la «doble visión», o bien, un continuo venero para la imaginación del hombre de genio. En El soldado desconocido es precisamente la contemplación de la naturaleza la que detona la «doble visión». Sin embargo, la configuración de la naturaleza en el poemario es más compleja; las descripciones de los paisajes naturales se entrelazan con una suerte de naturaleza «artificial», compuesta de elementos propios del ámbito bélico. Se trata de una naturaleza agonizante, destruida por la violencia de las batallas; pero el poeta busca reconstruirla a través de sus visiones fantásticas o imaginativas.

En la jornada tercera de El soldado desconocido, los poemas «Descanso de una marcha» y «Remordimiento» tratan del vínculo del soldado con la naturaleza. La descripción del paisaje en esos poemas no se presenta sólo como telón de fondo para reforzar el sentimiento de desolación u orfandad que experimenta el soldado en la guerra, ya que es el mismo personaje quien, muy a su pesar, provoca la transformación violenta que sufre la naturaleza. En el diálogo siguiente, la Tierra, personificada, se presenta como elemento vital para el soldado:

La Tierra dice: «¡No me odies!
Mira, yo soy tu madre.
¿Por qué me pisoteas con dureza?
Los tacones herrados de tus zapatos rudos
me marcan ignominiosamente.

(«Descanso de una marcha»)

Es preciso tener en cuenta que «la tierra» como fuerza protectora del soldado es tópico recurrente en la literatura de guerra. En la poesía inglesa no es difícil identificar este motivo. Tampoco hay que olvidar ciertas escenas de la famosa novela de Erich María Remarque, Sin novedad en el frente, en las que se refiere el estrecho vínculo que el soldado establece con la tierra, por causas circunstanciales, ya que a ella se aferra para sobrevivir cuando está en combate. La tierra, durante los enfrentamientos, se erige en fuerza protectora del soldado 4 maldigo y rechino de dientes dentro del lodo; es una explosión de rabia; finalmente no puedo hacer nada sino gemir e implorar» . O finalmente: «Nuestras manos son tierra, nuestros cuerpos fango, nuestros ojos charcos de lluvia. No sabemos ni siquiera si vivimos».].

Pero en El soldado desconocido estos motivos no se presentan de una manera sólo referencial, como suele suceder en la literatura sobre la Gran Guerra; la tierra o el lodo tienen en el poemario, lo mismo que otros elementos del paisaje de los campos de batalla, mayor fuerza simbólica. La naturaleza, en especial la tierra, es «leit motiv» que se relaciona con la percepción que el poeta-soldado adquiere del tiempo y el espacio durante la guerra, con su visión mítica y, a la vez, mística de la guerra.

Mientras que en el poema «Descanso de una marcha», antes citado, el soldado siente culpa por violentar la tierra, en el poema «Remordimiento» asume ese crimen y sufre las consecuencias. En «Remordimiento» es tal el cambio que sufre la naturaleza que ésta, en su nueva apariencia, lleva al poeta-soldado a percibir el tiempo y el espacio como ilimitados y permanentes:

La neblina hace interminable
el paraje desolado:
¡No tiene borde el mundo!
La tierra es una llanura sin límites
de lodo negro.
¿Quién habrá dado la orden
de abolir por entero el horizonte?

(«Remordimiento»)

Los límites entre cielo y tierra se diluyen: el paisaje se convierte, a los ojos del soldado, en un paraje indistinto e infinito. La imagen del cielo como una masa «húmeda» y «pegajosa» que se precipita y se confunde con la tierra, en una espesa y gris neblina, contribuye a reforzar la idea de un tiempo detenido:

y el cielo es una masa
húmeda, pegajosa,
color del uniforme que se lleva
en los hospicios de huérfanos,
y gotea como gotean esos trapos dolorosos
cuando se cuelgan al sol después de ser cocidos.
¿Quién se ha quedado huérfano?

(«Remordimiento»)

La comparación metafórica del cielo con el «uniforme que se lleva/ en los hospicios de los huérfanos,/ y gotea como gotean esos trapos dolorosos», que antecede a la pregunta retórica del verso final, «¿Quién se ha quedado huérfano?», establece la correspondencia entre el paisaje y la nueva situación del soldado como ser desterrado y solitario, atrapado en el espacio infinito y en el tiempo sin tiempo de la guerra.

Su perspectiva de poeta le permite mirar de otra manera el paisaje de las trincheras durante la batalla. El poema «Granadas» es otro ejemplo de la búsqueda de belleza en el panorama desolador del campo de batalla; para ello, el poeta soldado establece correspondencias entre el paisaje bélico y el paisaje natural que aquél  ha suplantado:

Porque me parecieron
pájaros que volaban las granadas,
—golondrinas de los atardeceres, —
me sorprendió como cosa de magia
ver que en donde caían
con un estruendo vasto, levantaban
espirituales árboles de tierra,
maravillosos de troncos y de ramas.

(«Granadas»)

Las imágenes, metáforas o comparaciones, que parten de elementos de la naturaleza para describir el panorama de la batalla o ciertas escenas bélicas, construyen una perspectiva poética, mística y mítica, respecto de la guerra que contrasta con la mirada realista que se muestra en otros poemas. Al desasosiego inicial del soldado ante la transformación y devastación de la naturaleza sucede el asombro ante el nuevo paisaje compuesto de elementos bélicos que suplantan el paisaje natural. En estos versos se expresa una naturaleza sensual, emotiva y mágica, de «espirituales árboles», que propicia sensaciones y deseos: «En el ramaje aéreo de esos árboles, / escondido en el follaje de barro, / hizo su nido de un instante/ un deseo olvidado: / Tal vez de dormir en medio de un bosque / quizás de tener alas» («Granadas»).

La visión mística del paisaje bélico en el poemario tiene antecedentes en el «Extracto de mi diario de guerra», con clara influencia de la obra de Blake:

Miro el cielo y no me parece cielo sino un arcángel de muchas alas de oro, vestido de azul, con velos blancos, cuya frente es luz que me deslumbra. Miro la tierra y no me parece tierra sino una virgen bella de tez trigueña que en su delantal va recogiendo cosas verdes y guijarros que brillan como piedras preciosas. Me miro a mí mismo y no puedo decir dónde mi carne acaba y el alma me principia, de tal modo este apasionado sentimiento de la belleza del mundo y de la verdad de Dios me ha espiritualizado por completo!…

En este mismo fragmento también llama la atención la referencia a la armonía entre contrarios: cielo y tierra, carne (o cuerpo) y alma, que puede interpretarse como signo de que el soldado ha adquirido una nueva conciencia del mundo y de la vida. Cabe recordar que en el «Argumento» de The marriage of heaven and hell, William Blake señala que la conciliación de contrarios es imprescindible para el progreso del hombre y del mundo: «Without contraries is no progression. Attraction and repulsion, reason and energy, love and hate, are necessary to human existence. From these contraries spring what the religious call Good and Evil. Good is the passive that obeys reason; Evil is the active springing from Energy. Good is heaven. Evil is hell» 5. En la propuesta poética de El soldado desconocido también es importante la relación de conceptos antitéticos. A lo largo del poemario se advierte, en la conciencia del soldado, la paulatina integración de elementos opuestos: tierra (o infierno) y cielo, mal y bien, guerra y paz, cuerpo y alma, forma y fondo, paganismo y cristianismo, Apolo y Jesucristo.

Tanto en su «diario de guerra», como en el poemario, Salomón de la Selva rescata de Blake la imagen del poeta como profeta o visionario. Y esta pretensión mística-visionaria, enraizada en la poesía del romanticismo inglés que prefiguró William Blake, denuncia la encrucijada estética, del modernismo a la vanguardia, que tiene lugar en las páginas de El soldado desconocido

BIBLIOGRAFÍA

BLAKE, William, The marriage of heaven and hell, Boston, John W. Luce and Company, 1906.

CERNUDA, Luis, «William Blake», Pensamiento poético en la lírica inglesa: siglo XIX, México, UNAM, 1958.

DE LA SELVA, Salomón, El soldado desconocido, Cultura, México, 1922.

_________________,“William Blake”, Repertorio Americano, San José, Costa Rica, 16 (1935), 169-175.

REMARQUE, Erich María, Sin novedad en el frente, trad. Manuel Serrat Crespo, Barcelona, Círculo de Lectores, 1968

White, Steven F., “Salomon de la Selva: Testimonial Poetry and World War I”, Modern

Nicaraguan Poetry. Dialogues with France and the United States, Associated University Press, Lewisburg-Londres-Toronto, 1993, 119-143.

__________, “Salomón de la Selva, poeta comprometido de la otra vanguardia”, Revista Iberoamericana, 42 (1991), 915-921.

NOTAS

  1.  Hasta el momento no tengo noticias ciertas de que el autor haya publicado más fragmentos de este diario de guerra. En el archivo de Salomón de la Selva que resguarda el Acervo Histórico de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, tampoco he encontrado indicios sobre el diario. También se ha especulado en torno a la existencia de un libro de poemas de guerra en inglés, A soldier sings, que De la Selva supuestamente habría publicado a través de The Bodley Head, en 1919, el mismo año en el que escribió su diario. Pero tampoco hay datos concretos que confirmen esta publicación, que la crítica ha bautizado como «libro fantasma». En un breve estudio sobre El soldado desconocido, Steven White señala que la presunta existencia de A soldier sings «is the result of Nicaraguan poet Ernesto Mejía Sánchez sending the bibliographical information to Jorge Eduardo Arellano, who at the time was compiling an extensive bibliography of books and articles by and about De la Selva for the fundamental publication Homenaje a Salomón de la Selva: 1959-1969». Sin embargo, según el mismo White: «no one has been able to locate the poems in A soldier sings» (Steven White, Modern Nicaraguan Poetry. Dialogues with France and the United States, Lewisburg-London-Toronto, Associated University Press, 1993, p. 125)
  2.  Apud Jody Cox, William Blake, flagelo de tiranos, trad. Gemma Galdón, Madrid, Intervención Cultural/ El Viejo Topo, 2004, p. 12
  3.  Luis Cernuda, «William Blake», Pensamiento poético en la lírica inglesa: siglo XIX, México, UNAM, 1958, p.282
  4.  Véase Erich María Remarque, Sin novedad en el frente, trad. Manuel Serrat Crespo, Barcelona, Círculo de Lectores, 1968. En algunos pasajes de la novela de Remarque los motivos «lodo» o «tierra» se presentan con una connotación referencial, no por ello carente de expresividad. Baste citar algunos fragmentos de esta obra para ejemplificar la alusión frecuente al vínculo estrecho del soldado con la tierra de los campos de batalla en la literatura sobre la Gran Guerra. Leemos, por ejemplo: «Estoy encogido en el interior de un gran embudo. Con agua hasta el vientre. Cuando el ataque haya comenzado, me hundiré tanto como pueda en el agua fangosa, procurando no ahogarme. Fingiré estar muerto». O también: «Ahora disparan nuestras baterías; […
  5.  William Blake, The marriage of heaven and hell, Boston, John W. Luce and Company, 1906. Según la traducción de Xavier Villaurrutia: «Sin contrarios no hay progreso. Atracción y repulsión, razón y energía, amor y odio son necesarios a la existencia humana. Brota de esos contrarios lo que las religiones llaman el Bien y el Mal. El Bien es el elemento pasivo sumiso a la razón. El Mal es el activo que brota de la energía. Bien es Cielo, Mal es Infierno». Cito por la reedición facsimilar (Renacimiento, Sevilla, 2007) de la segunda edición de esta traducción: El matrimonio del Cielo y del Infierno (Séneca, México, 1942, 15). La primera edición en libro data de 1929 (México, Contemporáneos).